Máximo exponente del prerrafaelismo, Dante Gabriel Rossetti fue un seductor impenitente que quedó marcado por su tormentosa relación con Elizabeth Siddal, su esposa y principal musa. Mujer de salud delicada y tendencias depresivas, Elizabeth sería inmortalizada tras su suicidio en la inquietante "Beata Beatrix", obra maestra de Rossetti y un fascinante ejemplo del uso de la simbología botánica en el arte.
Beatriz T. Álvarez
De origen
italiano y sobrino del famoso Dr. Polidori, sufrido médico de Lord Byron y
autor de culto para los amantes de la literatura vampírica, el británico Dante
Gabriel Rossetti (1828-1882) fue, sin duda alguna, el más carismático de los
integrantes del movimiento prerrafaelista. Una vanguardia artística que,
surgida en la Inglaterra victoriana, se atrevió a desafiar a la Royal Academy
con el fin de "devolver al arte británico algo de la originalidad y frescura que veía en la pintura italiana anterior a Rafael (1480-1520)" [1].
Provocador,
bohemio y vividor, Rossetti fue un seductor nato, que si por algo se
caracterizaba era por su tendencia a mantener relaciones con sus modelos.
Especialmente, con aquellas que, como Annie Miller, Fanny Cornforth o Jane
Burden, la esposa de su amigo William Morris, posaban de forma asidua para él.
Sin embargo, la mujer que marcaría la vida de nuestro hombre no sería ninguna
de éstas, sino una esbelta pelirroja, tan bella como frágil, que respondía al
nombre de Elizabeth Eleanor Siddal y que hoy puede ser considerada como la musa
rossettiana por excelencia.
Elizabeth
Eleanor Siddal (1829-1862) conoció a los prerrafaelistas en 1849. Fue entonces
cuando Lizzie (así la llamaban cariñosamente) dejó la sombrerería en la que
trabajaba como ayudante y pasó a ser la modelo preferida de, entre otros,
Holman Hunt, Millais y, por supuesto, Rossetti, con quien se casaría en 1860.
Por desgracia
para Elizabeth, su matrimonio no fue precisamente feliz. Y es que, su marido no
sólo le fue infiel en repetidas ocasiones sino que, además, no la cuidó
debidamente. Como consecuencia de ésto, su salud, ya de por sí delicada, se fue
deteriorando poco a poco hasta que, finalmente, en 1861, sufrió un aborto
espontáneo. Este hecho la sumió en una profunda depresión, que la condujo al
suicidio en 1862. Presa de los remordimientos, y no mucho tiempo después del
fallecimiento de su esposa (concretamente, c.
1863-1864), Rossetti comenzó a pintar la que puede considerarse su obra
maestra: la fascinante Beata Beatrix (Fotografía 1). Un cuadro, que
terminaría en 1870, con el que inmortalizaría a Lizzie, de cuya muerte siempre
se sentiría culpable.
Fotografía 1.- Beata Beatrix (c. 1863, 1864-1870). Obra maestra de Dante Gabriel Rossetti, este cuadro constituye un fascinante ejemplo del uso de la simbología botánica en el arte. Fuente: Wikipedia (http://en.wikipedia.org/wiki/File:Dante_Gabriel_Rossetti_-_Beata_Beatrix,_1864-1870.jpg).
Inspirado en la Vita nuova, obra de Dante en la que éste
se lamenta por la pérdida de su amada, Beata
Beatrix representa, en realidad, a Elizabeth Siddal, a la que Rossetti
identifica con Beatrice Portinari, en el instante de su muerte. Ataviada de
rojo y verde (los colores de la vestimenta de Beatrice en el Paraíso, según la Divina Comedia), Lizzie, cuya ambigua
expresión tiene tanto de mística como de orgásmica, es contemplada desde el
fondo del lienzo por dos figuras enfrentadas que, alzándose delante del Ponte
Vecchio (no olvidemos que, en teoría, la escena de este cuadro se desarrolla en
Florencia), se corresponden respectivamente con:
1.
Dante (“es decir, el propio Rossetti”),
que viste de oscuro [2].
2. La personificación del amor, la cual, además de llevar una larga túnica roja, aparece rodeada por un halo y con una llama en la mano izquierda.
Inquietante
donde las haya, Beata Beatrix es una
obra plena de simbolismo. Así, aunque en principio pueda creerse que el reloj
de sol (dorado, como el astro que lo dirige) está ahí para indicar la hora del
fallecimiento de Beatrice (las nueve), la verdadera finalidad del mismo es
anunciar el suicidio de Elizabeth y proclamar la inexorabilidad del tiempo. En
cuanto al siniestro pájaro rojo que lleva en el pico una flor blanca de
adormidera, éste es en realidad un “mensajero
de la muerte” (Rossetti dixit) [3]
que entrega a Lizzie la fuente del preparado con el que se quitaría la vida: el
láudano.
Perteneciente a
la familia de las papaveráceas, la adormidera (Papaver somniferum L.) es una planta que no sólo llama la atención
por su vistosa floración sino también, por las peculiaridades de sus frutos . Y
es que, éstos, que son de forma globosa y terminan en su parte superior en un
disco más o menos plano (Fotografía 2), producen un jugo lechoso (látex)
que, una vez extraído y secado, se conoce como opio.
Fotografía 2.- Ilustración del Köhler´s Medizinal-Pflanzen
[4] en la que aparecen representados flores (A, B) y frutos (4, 5, 6) de
adormidera (Papaver somniferum L.),
una planta de la familia de las papaveráceas. Fuente: http://botanicus.org/page/303636.
Rico en
alcaloides (especialmente, en morfina, un potente analgésico y sedante que fue
llamado así por Morfeo, el dios griego de los sueños), el opio era el
componente principal del ya mencionado láudano, una tintura alcohólica que,
inventada en el s. XVII por el médico inglés Thomas Sydenham, se aromatizaba
con azafrán (Crocus sativus L., Iridaceae), canela (Cinnamomum verum J. Presl, Lauraceae)
y clavo [Syzygium aromaticum (L.) Merr. & Perry, Myrtaceae].
Aunque en
principio se usó para calmar cualquier tipo de dolor (incluso el producido por
enfermedades terminales como el cáncer) y también, para tratar la ansiedad y el
insomnio, el láudano acabaría encontrando otras aplicaciones que distaban mucho
de ser medicinales. Y es que, pronto se descubrieron sus propiedades
narcóticas, las cuales hacían que la persona que lo ingería en dosis superiores
a las recomendadas viviera “una especie
de sueño contemplativo” [5]. Una experiencia ésta que, a juzgar por la
atmósfera onírica de Beata Beatrix, Rossetti
debió conocer de primera mano.
Tras la muerte
de su esposa, y torturado por el recuerdo de ésta, Dante Gabriel Rossetti, “el más simbolista de los prerrafaelistas” [6],
no sólo perdería su famoso atractivo. También, caería en el alcoholismo y la
drogadicción, hundiéndose en una grave depresión que, en 1872, le llevaría a
intentar suicidarse. Aunque no sin antes haber ordenado la macabra exhumación
del cuerpo de Elizabeth. Una exhumación que, según cuenta la leyenda, estuvo
rodeada de hechos extraños . . . Pero esa es otra historia y como tal, será
contada en otro momento.
AGRADECIMIENTOS
AGRADECIMIENTOS
A la UAM Gazette, por permitirme reproducir íntegramente en esta entrada el artículo que me fue publicado en esta revista el 09/01/2013, al cual se puede acceder pinchando en el siguiente enlace:
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
[1] ANÓNIMO (2004). Prerrafaelitas:
la visión de la naturaleza. Fundación “La Caixa”. Madrid.
[2, 6] GIBSON, M. (2006). El simbolismo. Taschen. Köln.
[3] BIRCHALL, H. (2010). Prerrafaelitas. Taschen GmbH. Köln.
[4] KÖHLER, F. E. (1887). Köhler´s Medizinal-Pflanzen in naturgetrenen Abbildungen mit kurz
erläuterndem Texte. Atlas zur Pharmacopoea germanica, austriaca, belgica,
danica, helvetica, hungaria, rossica, suecica, Neerlandica, British
pharmacopoeia, zum Codex medicamentarius, sowie zur Pharmacopoeia of the United
States of America. Band I. Fr. Eugen Köhler. Gera-Untermhaus.
[5] RIVERA, D. & C. OBÓN (1991). La guía de INCAFO de las plantas útiles y
venenosas de la Península Ibérica y Baleares (excluidas medicinales). Las
guías verdes de INCAFO. INCAFO. Madrid.
OTRA BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
CREPALDI, G. (2000). Prerrafaelistas:
la discreta elegancia del s. XIX inglés. Art Book. Electa Bolsillo. Electa. Madrid.
CUÉLLAR, C. A. (2006). El
prerrafaelismo y su influencia en la creación contemporánea. Col.lecció
Debats 22. Institució Alfons El Magnànim. Diputació de València. Valencia.
FALCÓN, C., E. FERNÁNDEZ & R. LÓPEZ (1986). Diccionario de la mitología clásica 2 (I-Z).
El libro de bolsillo 792 (sección: humanidades). Alianza Editorial. Madrid.
HILTON, T. (1993). Los
prerrafaelitas. El mundo del arte 22. Ediciones Destino, Thames &
Hudson. Barcelona.
SCHULTES,
R. E. & A. HOFMANN (1993). Plantas
de los dioses: orígenes del uso de los alucinógenos. Fondo de Cultura
Económica. México.
V.V. A.A. (1993). Pintura
victoriana: de Turner a Whistler. Ministerio de Cultura. Madrid.
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