sábado, 27 de octubre de 2012

EL CENTENO EN LA COMARCA LEONESA DE LA CABRERA



Situada en el extremo suroeste de la provincia, La Cabrera sigue siendo una de las comarcas más pintorescas de León. Por otro lado, esta zona de España, que limita al norte con El Bierzo y la Maragatería, al sur con Sanabria y La Carballeda, al este con la Tierra de La Bañeza y al oeste con Orense, se caracteriza por su dureza climática y paisajística, la cual es debida a que en ella predominan los violentos contrastes altitudinales. Contrastes éstos que, además de determinar que, hasta hace relativamente pocos años, la comarca estuviera prácticamente incomunicada, fueron los principales responsables de que, durante siglos, la infraestructura económica de La Cabrera se basara tanto en una ganadería como en una agricultura de subsistencia, centrándose esta última, debido a la escasa fertilidad del suelo, en el cultivo del centeno (Secale cereale L., Gramineae) (Fotografía 1) o pan. De hecho, se sabe que la economía de los primitivos pobladores de la comarca, enmarcada en zona de astures, se basaba ya, aparte de en la ganadería, en el cultivo de este cereal.




Fotografía 1.- Centeno (Secale cereale L.). Fuente: Wikimedia Commons (http://bit.ly/1af0dGA).


Durante años, los sistemas de recuperación de la tierra empleados en La Cabrera fueron el barbecho y la rotación de cultivos. El primero de ellos consistía en dejar sin trabajar (dejar de balde) las fincas durante aproximadamente un año, que es el tiempo que dura el ciclo del centeno. En cuanto al segundo, éste implicaba alternar el cultivo del cereal con el de la patata (Solanum tuberosum L., Solanaceae).


El rigor del clima de esta comarca impide que puedan fijarse con exactitud las fechas de inicio y finalización del ciclo del centeno en La Cabrera. Sin embargo, y a modo de orientación, podemos decir que hacia el mes de mayo se solía empezar a arar, sirviéndose para ello de parejas de vacas uncidas a arados de vertedera. Una vez terminada esta operación, se procedía a abonar (siempre con abono de origen animal) y después, se volvía a arar para facilitar que el estiércol penetrara en la tierra.



La siembra o sementeira solía llevarse a cabo entre octubre y noviembre, reservándose ciertas fincas (las llamadas ferrañas) para que cabritos y corderos pastaran cuando el centeno aún estaba tierno. En el caso de que estos animales no lo consumieran todo, el excedente se cortaba para destinarlo a la alimentación del ganado vacuno. Por otra parte, se recogía el cornezuelo [Claviceps purpurea (Fr.) Tul., Clavicipitaceae], un hongo con propiedades vasoconstrictoras que crece sobre las espigas del cereal, para venderlo a los laboratorios farmacéuticos.



La siega se hacía a mano, con hoces, y tenía lugar hacia el mes de julio. Una vez cortado, si el centeno no estaba bien seco se dejaba extendido en las fincas, para posteriormente disponer las espigas en montones (morenas) y transportarlo de este modo a las eras. De no ser así, el cereal se juntaba rápidamente en gavillas (manoyos) que, una vez amontonadas, se llevaban también a las eras. En estos lugares se construían las medas, una especie de chozas que alcanzaban varios metros de altura. En las medas las espigas se colocaban siempre hacia el interior, con lo que el grano quedaba protegido de la lluvia hasta el momento de majar.



Para separar el grano de la paja, operación que en La Cabrera recibía el nombre de maja o maya, se utilizaron, en un primer momento, el manal y después, la majadora o mayadora. El manal era un instrumento formado por dos palos de madera, de desigual longitud y grosor, unidos mediante una argolla y dos tiras de cuero, con el que se golpeaba el centeno. En cuanto a la majadora, ésta era un aparato, cuyo aspecto externo recordaba al de un organillo, en el que se introducía el cereal.



Terminada la maja, que solía ser motivo de celebraciones, la paja era retirada y la más larga se juntaba en unos haces llamados cuelmos. A partir de estos cuelmos se obtenían:



1. Las cuelmas o colmetas, que servían para cubrir los techos de corrales y pajares (Fotografía 2).


2. Los velortos, ataduras que se hacían humedeciendo los cuelmos con agua y retorciéndolos.


3. Las pachizas, una especie de antorchas.






Fotografía 2.- Pajar típico cabreirés. En la comarca leonesa de La Cabrera, la paja del centeno se utilizaba, entre otras cosas, para cubrir los techos de corrales y pajares. Fotografía de la AUTORA.


Con la paja más corta y machacada se hacían otros haces, menores que los cuelmos, llamados fejes o fexes. Una pequeña parte de estos fejes se destinaba a alimentar al ganado durante la trilla. El resto, servía para preparar estiércol y las camas de los animales.


En lo que al grano respecta, hay que decir que lo primero que se hacía con él era limpiarlo, bien aventándolo o bien (ésto sólo en tiempos recientes), pasándolo por la limpiadora. Una vez limpio, el grano se molía casi en su totalidad para obtener la harina, que era la base del pan. Sólo una pequeña parte del mismo se mezclaba con el salvado y se usaba como pienso.



Aún hoy, cuando resulta difícil imaginar el largo proceso aquí descrito, todavía se conservan numerosas expresiones y refranes (como, por ejemplo, pa la fame no hay mal pan) que ponen de manifiesto la vital importancia que antaño tuvo el centeno en La Cabrera. Y es que, tanto la maja como la matancia (matanza) fueron durante siglos los acontecimientos anuales más importantes para los habitantes de este singular comarca.




Beatriz T. Álvarez


AGRADECIMIENTOS



-A Rafael SERRA, por permitirme reproducir en esta entrada el artículo que me fue publicado en el número 162 de la revista Quercus (www.quercus.es).


- A Raquel ÁLVAREZ ARIAS, por pasarme a Word el texto del citado artículo.

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